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Deportes

El proyecto de Tokio para los Juegos Olímpicos del 2020

Tras hacerse con los Juegos de 2020, Tokio tiene por delante el reto de levantar varios estadios y una villa olímpica.
7 Sep 2013 – 04:50 PM EDT
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El proyecto de Tokio

Tras hacerse con los Juegos de 2020, Tokio tiene por delante el reto de levantar varios estadios y una villa olímpica y el de reforzar su red de transportes, especialmente en torno a la zona de la bahía, donde busca crear un entorno futurista para el evento.

Tras ser nombrado, el Comité Organizador de los Juegos tendrá entre sus primeros cometidos el dar el pistoletazo de salida para las obras de las 22 instalaciones olímpicas (el 59 por ciento del total) que aún no existen.

Salvo por el trazado para el ciclismo en ruta que se levantará frente al Palacio Imperial o el estadio olímpico, que debe ser completamente renovado, las sedes que quedan por levantar corresponden principalmente a la zona de la bahía.

Al margen de las 11 que van ser solo temporales, toca construir un velódromo, un estadio de vóleibol para 15.000 espectadores, o un coliseo con pistas para disputar partidos de badminton o baloncesto en la isla artificial de Ariake, donde se va a concentrar buena parte de la acción en los Juegos.

En el otro extremo del estuario, en Yashio, se debe construir también un parque con varias canchas que deben sentar a 10.000 espectadores para los partidos de hockey hierba.

Para ligar mejor estos emplazamientos entre sí y con la llamada zona patrimonial, que se corresponde con la porción donde se celebraron los JJOO de 1964, es previsible que se hagan nuevas estaciones, y se conecten y amplíen al menos la línea Rinkai de tren y la Yurikamome (que funciona con un monorrail sin conductor).

Tokio se comprometió a que el público asistente no realizaría desplazamientos superiores a los 30 minutos entre ninguna de las sedes que compondrán el núcleo central de estos Juegos, por lo que el Comité estudiará muy de cerca cómo optimizar la ya de por sí eficiente red de transporte de la ciudad.

Además, Tokio 2020 va a centrar muchos esfuerzos en dos de sus proyectos más emblemáticos, la villa y el remodelado estadio olímpico.

El área residencial que acogerá a unos 17.000 atletas se levantará en la isla de Harumi en un espacio de 44 hectáreas que contará con edificios de diseño futurista y amplias zonas verdes que costará unos 105.700 millones de yenes (804 millones de yenes).

Por su parte, el nuevo estadio de Kasumigaoka será proyectado por Zaha Hadid, que tiene previsto crear sobre la base del estadio olímpico de 1964 una estructura grandilocuente y dinámica en blanco nuclear con cubierta retráctil y capacidad para 80.000 personas.

Sin embargo, el resultado final podría variar con respecto al diseño presentado por el estudio de la arquitecta angloiraní, ya que el Consejo de Deportes nipón, propietario del estadio, ha hablado de revisar la selección de materiales.

Esto es debido a que la obra podría superar fácilmente los 200.000 millones de yenes (1.521 millones de euros), en vez de los 130.000 (989 millones de euros) estipulados originalmente.

De cualquier modo, el estadio deberá estar a punto para acoger el Mundial de Rugby de 2019, probablemente el evento de mayor entidad en la capital nipona de aquí a que se celebren los Juegos y el que pondrá más a prueba buena parte de lo prometido por la candidatura.

Aunque más de la mitad de las sedes queden por levantar, los plazos no preocupan en absoluto en un país donde el sector de la construcción es uno de los más activos y avanzados del mundo.

Los grandes descampados de las múltiples islas ganadas al mar que pueblan la bahía de Tokio han permanecido años intactos a la espera de que el COI eligiera o no a la capital nipona.

El Gobierno de la ciudad, que ya tenía previstos nuevos desarrollos hacia la franja oriental del estuario al margen de los Juegos, aprovechará ahora el evento para abanderar dicha expansión urbanística.

El Comité Organizador también deberá empezar a coordinar el programa de eventos de prueba, que se celebrarán en condiciones muy similares a las competiciones que tendrán lugar en 2020, durante un periodo de entre dos años y tres meses antes de los JJOO.

Se prevé que el primero de estos ensayos sea una prueba de vela que se celebrará en julio de 2018 en el futuro Puerto Olímpico de Wakasu, junto a la boca de la bahía.

Al margen de la propia candidatura, queda además un reto mayúsculo que va a depender principalmente del Gobierno de Japón; la situación en Fukushima.

El primer ministro Shinzo Abe declaró hoy en Buenos Aires su compromiso de cara a que la radiación no afectará a Tokio.

Cumplirlo no será nada fácil al tratarse de una crisis nuclear tremendamente compleja que a partir de hoy será escrutada aún más de cerca si cabe por la comunidad internacional.

Tokio culminó, hasta hacerse con los Juegos de 2020, un periplo de más de dos años inicialmente marcado por la voluntad de recuperación del tsunami de 2011 y que a punto estuvo de quedar ensombrecido al final por las fugas radiactivas de Fukushima.

Pese a que tras el batacazo de 2016 el Gobierno de Tokio había insistido frecuentemente en su intención de optar a los de 2020, la elección, en julio de 2011, de la ciudad surcoreana de Pyeongchang para celebrar los Juegos de Invierno de 2018 hizo meditar seriamente a la capital nipona sobre si presentar o no su proyecto.

Finalmente, el 16 de julio de ese año, dos días después de que el presidente del COI, Jacques Rogge, visitara Tokio y asegurara que la elección de Pyeongchang no debilitaría las opciones de la ciudad nipona, se decidió anunciar oficialmente la candidatura.

El proyecto tokiota se publicitó entonces como una manera de reavivar la psique nacional tras el terremoto y el devastador tsunami que arrasaron el noreste del país en 2011, y de organizar pruebas deportivas dentro de los Juegos en dicha región para fortalecer su recuperación.

Bajo ese espíritu y con la "parada fría" de los accidentados reactores de Fukushima a la vuelta de la esquina (el Gobierno la anunció finalmente el 16 de diciembre de 2011), Tokio presentó el logo de la candidatura, un círculo de flores de cerezo en cinco colores, el 30 de noviembre de aquel año.

Para principios de 2012 la candidatura hablaba de un entusiasmo ciudadano mucho mayor en comparación con el pobre apoyo que tuvo el proyecto de 2016 y situaba la aceptación en el 65 por ciento.

En mayo, dos meses después de que Roma declarara su retirada de la carrera, el Comité Olímpico Internacional (COI) anunció en Quebec (Canadá) que Madrid, Estambul y Tokio pasaban el corte y se disputarían finalmente los Juegos de 2020, al tiempo que Doha y Bakú quedaban descartadas.

A partir de aquí, la capital de Japón centró sus esfuerzos en potenciar el apoyo popular hacia el proyecto con costosas campañas.

Éstas y el éxito de los atletas nipones en Londres 2012, donde lograron récord de medallas (38), aparentemente mejoraron la imagen de Tokio 2020 entre los japoneses.

Los responsables de la candidatura así lo reflejaron al presentar en enero de 2013 el dossier de su candidatura, que depuraba el fracasado proyecto de 2016 y presentaba un evento compacto que se celebraría en el corazón de la ciudad.

La visita en marzo de los miembros de la Comisión de Evaluación del COI y su posterior informe dejaron muy buen sabor de boca en una candidatura que aseguraba tener para entonces el apoyo del 70% de los tokiotas.

A partir de ahí, Tokio sonó como la favorita en muchas quinielas hasta que este verano los vertidos de agua radiactiva que se declararon en la central de Fukushima comenzaron a minar su imagen.

Pero la intervención hoy del primer ministro Shinzo Abe en Buenos Aires pudo ser crucial para que el COI se decantara finalmente por Tokio.

Abe mencionó Fukushima en su presentación y respondió con convicción la pregunta del COI sobre la situación en la central afirmando que está controlada y que se compromete a que la radiación no traspase los límites de la planta.

A Tokio le quedan ahora siete años hasta los Juegos, el futuro comité organizador y el Gobierno, en cambio, van tener que demostrar desde hoy mismo que las palabras de Abe no han sido un farol.
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