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    De futbolistas a peluqueros y vendedores de frutas, la realidad en Brasil

    La crisis generada por el COVID-19 golpeó la economía de jugadores que, incluso, ya no perciben salario.

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    Por:
    TUDN


    Video De futbolistas a peluqueros o vendedores de frutas, la realidad en Brasil
    La crisis generada por el COVID-19 golpeó la economía de jugadores que, incluso, ya no perciben salario.
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    Peluquero, vendedor de frutas o repartidor a domicilio son algunos de los oficios a los que han recurrido futbolistas profesionales de pequeños clubes de Brasil para "rebuscarse" el sustento, ya que la paralización del fútbol como consecuencia de la pandemia del COVID-19 los dejó desempleados o sin salario.

    "Confieso que está siendo muy difícil, pero tenemos que rebuscar el sustento. Dependemos del futbol y en este momento está parado. Entonces tenemos que rebuscar y eso fue lo que hice", afirmó en entrevista a EFE el zaguero Carlos Alberto Lopes da Silva, jugador del América Futbol Club y que desde hace dos meses trabaja como peluquero para "llevarle el pan de cada día a mi familia".

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    Carlos Alberto, el zaguero nacido en la pequeña Magé hace 26 años y que comenzó como profesional en 2011 con el FC Río de Janeiro, admitió que ya había trabajado como peluquero en 2017, cuando, con su mujer embarazada, el América le atrasó el salario varios meses.

    "En 2017 el salario se atrasó uno, dos, tres, cuatro meses y no nos daban una solución y en la época mi esposa estaba embarazada y yo no tenía dinero ni para pagar el pasaje. Como tenía que traer alimentos mi mamá me regaló la máquina para cortar pelo para que me dedicara a la peluquería", relató a EFE.

    "Yo tenía un salario muy bueno en el futbol y es claro que en el quiosco (de venta de frutas) mi renta cayó casi el 90 %, pero termina ayudándome para pagar las cuentas y para completar lo poco que tenía guardado", asegura también a EFE el lateral derecho Gedeilson Vander Alves de Oliveira, jugador del Madureira.


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    América y Madureira son pequeños clubes que militan en categorías regionales en el ámbito nacional cuyo mejor escaparate es el Campeonato Carioca, donde se miden a los equipos del estado brasileño de Río de Janeiro, entre ellos Flamengo, Fluminense, Vasco de Gama o Botafogo.

    En Brasil, el segundo país con más casos de contagio de COVID-19 en el mundo y amenazado por el agravamiento de la pandemia, cuyo pico se prevé en julio, no hay consenso sobre cuando se retomarán los torneos del deporte más popular en un país que es cinco veces campeón mundial.

    Ni los propios clubes se ponen de acuerdo. El Flamengo, el club más popular del país y vigente campeón carioca y de la Libertadores, reinició sus entrenamientos violando las orientaciones de la alcaldía de Río y presiona por el regreso inmediato del fútbol.

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    El Corinthians, segundo más popular, alega que la prioridad es la salud en un país que se acerca a las 24.000 muertes por COVID-19 y los 375.000 contagios, y que sólo aceptará regresar a la cancha cuando la pandemia esté controlada.

    Los futbolistas, pese a necesitar sus salarios, defienden el regreso en estadios sin público y cuando se les garantice la salud.

    Los grandes clubes acordaron una reducción salarial y tienen recursos para aguantar un tiempo, pero los pequeños, sin otra fuente que la taquilla, suspendieron pagos o rescindieron contratos.

    Según un estudio de la consultora Ernst Youg, el 55 % de los futbolistas profesionales de Brasil gana hasta un salario mínimo (unos 1.000 reales o 180 dólares). Muchos de los que perdieron su salario dependen del subsidio de 600 reales (109 dólares) que el Gobierno está distribuyendo para ayudar a informales y desempleados.

    Carlos Alberto fue uno de los perjudicados debido a que el América suspendió el pago de salarios, mientras que Gedeilson quedó automáticamente desempleado debido a que su contrato con el Madureira vencía en abril y no fue renovado.

    Sus casos se repiten en este gigante país con 210 millones de habitantes y cientos de clubes de futbol.


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