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    Máscara contra cabellera, la apuesta más grande de la Lucha Libre

    La pasión en la arena se gana a dos de tres caídas, sin límite de tiempo.

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    Por:
    Samuel Reyes.
    Publicado el 17 sept 19 - 10:24 AM CDT. Actualizado el 19 sept 19 - 02:13 PM CDT.

    El CMLL ha visto caer varias máscaras y cabelleras.

    Imagen TUDN
    El CMLL ha visto caer varias máscaras y cabelleras.

    Máscara o cabellera, las más grandes posesiones de un luchador son parte integral de la Lucha Libre Mexicana, la esencia básica de la confrontación interminable entre el bien y el mal y tal vez por ello su tradición nunca se acaba, nunca pasa de moda y siempre atrae.

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    Quien iba a pensar que la derivación de la lucha grecorromana iba a tener más interés, más color. Sólo Salvador Lutteroth González, ‘El padre de la Lucha Libre’, daría el giro que necesitaba el negocio en el que invirtió para no fiar a nadie con ganancias inmediatas y con esa idea en mente, es que la inspiración llegó cuando conoció a Corbin James Massey, el primer luchador enmascarado de México a quien se le conoció como Ciclón Mackey.

    El estadounidense destacó por su rapidez y agilidad, dándole a su personaje un aire de heroísmo que llamó de inmediato la atención del respetable, pero para mantener ese halo de majestuosidad, había que conservar el anonimato.

    Si, su tapa era rústica, hecha con piel de cerdo de parte de Don Antonio Martínez, quien elaboraba el calzado de los boxeadores, pero a la postre llegaron más luchadores, más incógnitas que proteger y más historias coloridas por contar en el nuevo universo del deporte.

    Los años 50 fueron el oro y la luz para la Lucha Libre, cuando la inspiración en las antiguas máscaras mayas y toltecas llenaron de color y misticismo los cuadriláteros, cuando se crearon las leyendas.

    Sus diseños retaban a sus creadores, imponían a los contrincantes, creaban emociones y en el ring, el deporte espectáculo crecía y crecía… hasta que se apostaba lo más preciado.

    Nada como jugarse la incógnita para dar interés a una batalla, el morbo por saber quién y cómo se llama aquel héroe, ese portento de atleta que gozaba de la admiración de todos por su gallardía, propia de un ser de otro mundo.

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    También por eso, el vencedor tenía el honor de retirar la máscara para mostrar el rostro de su oponente y el referee gritar su nombre real, que lo regresaba de inmediato al plano de los mortales, como nosotros, con nombre y apellidos.

    Pero si la lucha es un deporte, también es pasión para quienes lo practican y también las cabelleras son altamente apreciadas, ya fuera que se iniciara sin máscara en el pancracio ó que su pelo se convirtiera en melena a lo largo de los años, lo cierto es que como Sansón, quien la perdiera, también veía como su fuerza se desvanecía, al menos, la de su personaje. De ahí la importancia de mantener la teatralidad… dando vida al interés.

    Máscara contra cabellera es la lucha más importante de la carrera de cualquier luchador, es la permanencia, la batalla del dominio, de la hegemonía deportiva entre la pasión de los gritos del respetable, que sin respeto, suelta improperios, insultos y uno que otro escupitajo a los actores del drama de su pasión.

    Color, afición, tradición… historia pura. La Lucha Libre es más que tres caídas sin límite de tiempo, más que un reto máscara contra cabellera, pues es un patrimonio intangible de la cultura popular de México.

    Un fenómeno social de la catársis de quienes asisten a desestresarse en una función, que gozan de ver los costalazos sobre el ring, del vuelo de los gladiadores y del llaveo y contrallaveo a ras de la lona.

    Desde 2006 el Senado de la República declaró el 21 de septiembre como Día Nacional de la Lucha Libre y el luchador profesional mexicano, mismo día que inició la empresa de Salvador Lutteroth en lo que hoy es la Arena México en aquel lejano 1933.

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    Merecen un reconocimiento quienes nunca debieron entregar la máscara, quienes nunca estuvieron rapados por una lucha, pues el orgullo y la valía son de corazón, de pasión y amor por la lucha libre.

    Cada semana, se van construyendo las rivalidades que pueden ó no gustar al público, pero que cuando lo hacen, atiborran con asistencia las carpas, gimnasios ó arenas donde se presenten, en la fama que alimenta la leyenda que en cualquier momento se puede acabar, porque nunca se sabe “si, si… o si no” será uno u otro el vencedor. Si está arreglada una buena bolsa para el que pierde la tapa, porque en una de esas, su carrera se puede acabar en ese momento y el vencedor, aunque con menos ganancia económica, puede seguir su carrera.


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