México

    Cámara Húngara: La pesadilla de Jeonju

    León Krauze rememora esta semana en su columna el capítulo más triste y doloroso de la selección mexicana en un Mundial.

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    Por:
    León Krauze.


    Imagen Univision

    Hace unas semanas recibí una llamada de mi amigo Fernando Rodríguez-Vila, antiguo colega en la cadena Fusion y fanático, como yo, del futbol. A pesar de que es madridista de hueso colorado (nadie es perfecto), hablar con Nando de futbol es siempre un deleite. Quizá por eso es que decidió comenzar un podcast futbolero previo a la Copa del Mundo. Se llama “We Came to Win”. Producido por los magos de Gimlet Media, el podcast se concentra en un momento específico – o un personaje memorable – para iluminar un capítulo más amplio de la historia futbolística. Nando me llamó para preguntarme si me gustaría participar en un episodio sobre México. Dije que sí sin indagar mucho más. “Quiero preguntarte por aquel partido de octavos de final del 2002 entre México y Estados Unidos”, me dijo. Me arrepentí de haber aceptado: ¿a quién le gusta pasar dos horas hablando de la más dolorosa derrota en la historia del futbol nacional? Pero los amigos son los amigos: una semana después respiré hondo y me senté frente al micrófono que sostenía la productora que Gimlet y Nando citaron en mi casa. De pronto, como si aquello que pasó hace 16 años estuviera ocurriendo de nuevo, me sentí otra vez en la sala de la casa de mis padres, de madrugada, viendo una catástrofe.

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    México llegó al Mundial de Corea y Japón después de una fase eliminatoria de auténtico infarto que solo superó gracias a la proverbial llegada de Javier Aguirre a la dirección técnica. El ‘Vasco’ protagonizó una especie de milagro: una selección que jugaba a nada de pronto empezó a practicar un futbol de gran dinámica y mucha entrega. Cerca estuvo de ganar la Copa América de Colombia, por ejemplo.

    En la Copa del Mundo, México jugó una primera ronda de ensueño en un grupo muy pero muy difícil. Italia había calificado al Mundial invicta mientras que Croacia había ganado su grupo eliminatorio y venía de ser tercer lugar en Francia. Ecuador debutaba en Mundiales, pero llegaba con la confianza por los cielos: la gran generación ecuatoriana había conseguido quedar en segundo lugar de la eliminatoria sudamericana, por encima, incluso, de Brasil. De poco les sirvió. México venció a Ecuador y Croacia en sendos despliegues de notable futbol. En el último partido, México empató con Italia, que se conformó con el segundo lugar de grupo (los italianos pasaron los últimos minutos del juego patenado la pelota en su campo, pidiendo la hora ante los mexicanos, que eran claramente superiores). No recuerdo una mejor primera fase de una Selección mexicana.

    Con ese precedente, nadie realmente pensaba que México perdería con Estados Unidos, a pesar de la rivalidad entre ambos países.

    Estábamos muy equivocados.

    El partido se jugó a las 4 de la tarde en Jeonju, 1:30 de la mañana en México, y fue una pesadilla de principio a fin. El equipo de Estados Unidos jugaba un futbol ordenador a la defensiva con buen desdoble al contraataque. Pero no tenía mucho más. Necesitaban un gol temprano para luego tirarse atrás y frustrar a los mexicanos, que tocaban mejor, atacaban mejor y jugaban mejor. El gol de McBride, a los ocho minutos, fue un sueño para los de Bruce Arena. Después, Aguirre desesperó y cambió la forma de su equipo para meter un tercer hombre adelante sacando a Ramón Morales. México nunca se recuperó, dándose de topes contra la misma pared, una y otra y otra vez. A mediados de la segunda parte, un jovencísimo Landon Donovan firmó el famoso dos-cero. Márquez pateó a Cobi Jones y se fue expulsado. Unos suspiros después, el árbitro pitó el final.

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    ¿Por qué nos dolió tanto esa derrota? En el podcast de Nando (que pueden escuchar ahora mismo en ITunes) me animo a proponer un par de razones. La primera es la más obvia: era Estados Unidos. Uno NO pierde contra su mayor rival, punto y se acabó. Pero la razón central, creo, es que es una derrota imposible de vengar. Las caídas antológicas en una Copa del Mundo solo pueden vengarse en una Copa del Mundo. No importa cuántas veces venzamos a Estados Unidos en Copa Oro o eliminatorias o amistosos o Copa América o lo que usted diga y mande. Ellos siempre tendrán Jeonju. Para sacar esa espina, México tendrá que citarse con Estados Unidos de nuevo en un Mundial y ganar ese partido. Lo mismo pienso, por cierto, del 7-1 de Brasil frente a Alemania: si no es un Mundial (y de preferencia en Alemania) no hay venganza posible.

    Espero algún día ver ese nuevo choque con los Estados Unidos. Porque, después de hablar del partido con Nando para su podcast, me di cuenta de que las heridas futboleras no cierran sino hasta que llega el bálsamo de la revancha.


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