Atletismo

    Del infierno de las drogas a la gloria mundial; la historia de Luvo Manyonga

    En el 2014, el chico era adicto a los cristales de metanfetaminas y vivía en la calle. Hoy es subcampeón olímpico y campeón mundial de salto de longitud.

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    Por:
    Omar Carrillo.

    Luvo Manyonga campeón del mundo en salto de longitud.

    Imagen Getty Images
    Luvo Manyonga campeón del mundo en salto de longitud.

    Crudamente es un adicto a las drogas en recuperación, lo será toda su vida. Incluso en junio del 2014, tras la muerte de su entrenador, Mario Smith, tuvo una severa recaída.

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    Pero Luvo Manyonga, dos años más tarde fue medallista de plata en Río 2016 y hoy es campeón del mundo de salto de longitud. Se coronó en Londres 2017 con una impecable actuación y una marca de 8.48 metros.

    Ha ido y venido de las entrañas del infierno. Las circunstancias le han llevado a la oscuridad más recondita, pero su talento se ha empeñado en encumbrarlo.


    Creció en Mbekweni en Paarl, Sudáfrica, una zona azotada por la pobreza, el crimen y las drogas. Su madre es empleada doméstica y su padre operador de montacargas, pero ha estado hasta siete años sin trabajo. Su trampolín natural de salida de aquel barrio y condiciones era su talento en los saltos.

    En 2010, a los 19 años, fue campeón mundial juvenil y a los 20, en el Mundial de Daegu, quedó en un magnífico quinto lugar.

    Pero la nueva atención y dinero que llegaron por todos los frentes, le agobiaron entonces y a los 21 años salió positivo en un control antidopaje por consumir tik (una metanfetemina de cristal barata que se usa en las zonas pobres de Sudáfrica y que a estas alturas se ha convertido en plaga en aquella nación) y fue suspendido 18 meses, aunque los efectos de la droga son contrarios a los del dopaje.


    Se perdió los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y se refugió en las calles de Mbekweni consumiendo y viviendo sobre el filo cortante del adicto.

    John McGrath -un irlandés que decidió ayudar al chico- le buscó, pero más importante, le encontró.

    Le puso en contacto de nueva cuenta con Mario Smith, su entrenador, y ambos fueron tirando de él como pudieron entre recaídas y buenos momentos.

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    Hasta que en el 2014, ya con el permiso de volver a competir en las manos, Smith murió en un accidente automovilístico cuando iba a ver a Luvo.


    Afectado por la muerte del que describe como “un padre”, el chico no asistió al funeral e influenciado por sus amigos adictos, se perdió de nuevo.

    Un periodista llamado Luke Alfred escribió un artículo en el Mail & Guardian africano llamado: “La imposibilidad de amar a Luvo”.

    Hablaba sobre la desolación del día de la muerte de Smith mientras él y McGrath buscaban a Manyonga en Mbekweni. El chico estaba en una espiral que parecía sin salida consumiendo tik y mirando de cara a la muerte todos los días.

    “Me sentía solo. Alrededor de las tres de la mañana era el momento más difícil. Miras a tu alrededor y hay gente que podría saber que solía ser una superestrella. Pero qué si ellos me secuestran o me matan”, dijo Manyonga en una entrevista en el 2016 al diario británico The Guardian.

    Pero aquel artículo de Luke Alfred tuvo grandes repercusiones. Citaba la opinión de McGrath que decía a la letra: “Solo hay dos caminos para Luvo: él estará parado en un podium olímpico o estará muerto por una sobredosis a los 30 años”.

    Tanto Manyonga como McGrath fueron citados al parlamento sudafricano. Ahí se reunieron con el consejo deportivo de aquel país. McGrath pidió ayuda para el chico enfatizando que necesitaba un entrenador apropiado y un lugar para dejar las calles de Mbekweni.

    El partido en el gobierno instruyó a la Confederación Deportiva y Comité Olímpicos Sudafricanos (SASCOC ) para que ayudarán el chico. La ayuda tardó en llegar, pero finalmente arribó en el 2015 tras muchas vicisitudes.

    Alejaron al chico de Mbekweni, a donde no quiere regresar, y lo instalaron en el Centro de Alto Rendimiento de Pretoria. Además le pusieron un par de entrenadores especializados.

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    Él, en la citada entrevista con The Guardian, explicó que cuando estaba en actividad, drogándose, le decía a los chicos de los que se rodeaba: “yo voy a saltar de nuevo”. Y sí, así lo hizo.

    Y así de rápido como solía caer, Luvo empezó a ascender.


    Ya en Río 2016 había dado muestras de que estaba totalmente de regreso con su medalla de plata, luego en marzo del 2017 saltó 8.62 metros en lo que es el mejor brinco en los últimos ochos años, pero el viernes 4 de agosto, sobre el cielo de Londres, el chicó voló y se convirtió en campeón del mundo.

    Quizá a los 30, fecha ficticia que alguna vez dio McGrath como límite para estar en el infierno o la gloria, el chico esté en el podio más alto de todos tal como el mundo del atletismo espera.

    Con el mítico récord del mundo de Mike Powell (8.95 metros), en lugar del tik, en los bolsillos.

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