Mundial Rusia 2018

    Día 20 | La vuelta al mundo en 28 días; gracias por siempre, Rusia

    Los viajes inician y terminan en el mismo punto, pero al igual que el futbol, demuestran que la felicidad está entre los silbatazos inicial y final.

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    Por:
    Ricardo Otero.

    Moscú nos entregó la arquitectura de tres eras fusionadas en una ciudad fascinante y vertiginosa.

    Imagen Ricardo Otero
    Moscú nos entregó la arquitectura de tres eras fusionadas en una ciudad fascinante y vertiginosa.

    MOSCÚ, Rusia.- La ironía de los viajes es que se pueden recorrer larguísimas distancias en mucho tiempo, pero al final siempre se regresa al mismo punto: el hogar.

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    El acaudalado Philleas Fogg se dio a la tarea de emprender un viaje por todo el planeta en la novela "La Vuelta al Mundo en 80 días" de Julio Verne con punto de inicio y de partida en el Reform Club de Londres. El motivo fue apostar que podía hacerlo en semejante tiempo, en pleno siglo XIX.

    Lo que Fogg y su fiel mayordomo Jean Passepartout nos enseñan es que lo de menos es el destino: lo que importa realmente es el camino, es descubrir lo que el mundo tiene que ofrecerte y, por supuesto, lo que tú también le puedes ofrecer a él.

    Aunque el título diga día 20, en realidad esa es la cuenta de lo que llevamos desde que empezó el Mundial, porque este viaje empezó cinco antes desde que salí de la Ciudad de México y terminará en realidad el viernes que finalmente regrese a casa.

    Este corte de caja representa solo el de mis asignaciones en torno a Rusia 2018.

    Al llegar a casa, solo en traslados de una ciudad a otra, habré recorrido 39 mil 306 kilómetros, sin contar los internos que quizás sean una nota al margen ante semejante cantidad, pero probablemente hayan ayudado a acercarme al equivalente a la circunferencia de la Tierra en el ecuador, que es de 40 mil 91 kilómetros.

    Habrán sido 16 vuelos y un traslado en tren. Cuatro países. Nueve ciudades. Tres continentes. Once alojamientos diferentes. Incontables pasos por filtros de seguridad en aeropuertos, hoteles y estadios.

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    Caminar hasta que salieron ampollas. Dormir por igual en aviones y en taxis que en hoteles.

    Pero lo que hace a los viajes tan fascinantes es lo que no se puede contar en números. Hay millones de historias que se reúnen con el mismo pretexto, pero no con los mismos motivos. El Mundial atrajo gente incluso de países que no clasificaron, pero que quisieron ser parte de la fiesta. Que el itinerario que tuvimos Diego Pinzón y yo haya sido extremo, no significa que el de todos lo sea.

    Vinimos a Rusia a retratar esas historias en pequeños fragmentos de los hinchas que trajeron un poco de su tierra para compartir con conocidos y desconocidos, desde el sombrero charro hasta sus delicias culinarias que son tan simples de preparar que caben en un tupper ware, pero saben a manjar de dioses.


    De aquellos mexicanos que alzaron a un ruso y lo aventaron al aire para celebrar juntos el pase de los anfitriones sobre España a los Cuartos de Final.


    Porque está a 10 mil 963 kilómetros de distancia de Kazán, pero "en Barranquilla me quedo".


    Porque de repente conocíamos gente que llegó de avanzada a estas tierras, las exploró, se adentró en su cultura y su idioma y nos pudo compartir un poco de esa experiencia.


    Porque captamos la interacción entre los aficionados y los protagonistas del Mundial.


    Porque también hicimos investigación, reporteo de campo y buscamos los temas que realmente incumben a los visitantes que han cruzado al otro lado del mundo para encontrarse con los mismos vicios que hay en casa.


    En el mundo hiperconectado de hoy, cada persona que tenga un teléfono inteligente conectado a internet es capaz de documentar sus historias. Nosotros buscamos darle forma a la colectividad desde lo particular, desde aquello que nos asombró hasta lo que incumbe a los protagonistas.

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    En un Mundial hay 736 futbolistas de 32 países, pero queremos darle voz a los millones que son los que en realidad le dan vida a este evento. Una Copa del Mundo no sería nada sin la marea de sombreros charros en el estadio, los cánticos rivalizados entre argentinos y brasileños por Maradona y Pelé, el abrazo de los niños rusos a adultos de diferentes razas cuando Akinfeev le tapó el penal a Aspas, el festejo de los panameños por el 1-6 ante Inglaterra al tratarse de su primer gol en un Mundial, la celebración peruana en el malecón de Sochi por su primer triunfo en 40 años, aún cuando llegó tan "tarde" que no les permitió ir más allá de la primera ronda.

    A Rusia no nos trajo el balón. Nos trajeron ustedes.

    Nos toca a Raúl Martínez y a mí emprender el regreso a casa. Se quedan hasta el final Diego Pinzón y Juan Manuel Terán.

    Y si piensan que hay tristeza de los que volvemos, les podemos asegurar que no es así. Quienes hemos estado en este tipo de coberturas revaloramos a nuestras familias, amigos y todos los elementos de nuestra cultura. Son días tan intensos que las tres semanas parecen ser tres meses.

    Literalmente le hemos dado la vuelta al mundo gracias a ustedes. Y lo volveremos a hacer las veces que sean necesarias.

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