Juegos Olímpicos

    Maratón: historias de reyes y asesinos

    La última prueba del Maratón es tan desgastante que la idea de renunciar a ella salta a la mente en cada kilómetro que corres.

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    Por:
    TUDN
    Publicado el 21 ago 16 - 03:32 PM CDT. Actualizado el 14 sept 16 - 11:50 AM CDT.


    Imagen Patrick Smith / Getty Images

    Por Ivan Pérez | @ivanpm82

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    RÍO DE JANEIRO. Después de los 30 kilómetros sientes que los huesos te queman, como si un soplete les prendiera fuego. Los muslos se aguadan, te tiemplan los gemelos y claro, empieza alguien -tú- a taladrar una idea: ¿Y si paro? Y cuando eso pasa – si es que pasa- te vuelves una máquina y si eso ocurre, ya sabes que vas a terminar.

    Después de 35 kilómetros el cuerpo es una especie de extractor. Te has secado. Quisieras tener el mejor de los manjares enfrente de ti y lo devorarías en un instante. Pero sólo tienes electrolitos y listo, los tomas o los dejas. Más te vale agarrar una de esas botellitas porque eso te hará vivir.

    También dejas de sudar y si te pasas la mano por la cara eres un enorme grano de sal, el agua que te pones en la cabeza cae en los labios y te pruebas, estás salado y no sólo eso, te estás chupando. Y si estás viendo todo eso por televisión detente un instante en observar los músculos que se hacen como una de esas gelatinas que están a un tris de cuajar.

    Empiezas a hablar contigo, te dices cosas, a veces te salen algunas palabras en voz alta y la gente que llevas a tu lado empieza a sacar los móviles y a tomarte fotos. No te conocen y les resultas tan entrañable. Y tu también les correspondes, asientes con la cabeza y llega un momento -a veces un instante- que crees que eres el rey más poderoso de todos los tiempos y de inmediato, casi como un mazazo, llega un picón en uno de tus muslos y lo recuerdas: la tortura no ha terminado.

    Eliud Kipchoge te puede hablar de eso. De lo inmortal que se siente, de la sonrisa que tiro al mundo por televisión al kilómetro 40 y cuando su mente le dijo: “vas a ganar, lo tienes”. Lo tuvo.

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    El maratón en los Juegos Olímpicos, la prueba más mítica el calendario te pertenece. Un grito de victoria.

    ¿Qué sientes al terminar un maratón? O mejor aún, ¿qué sientes tras ganar un maratón? Mi padre fue cinco veces maratonista. Y alguna vez me dijo: “Cuando terminas uno, sientes que eres invencible”. Quizás sea cierto. “Esto es lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida”: Atte. Eliud.

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    Mañana lluviosa en el Sambódromo, cuando llevas 10, 15 kilómetros, el cuerpo ni siente lo que le viene. El agua te hace más pesado y luego sufres. Y así, Kipchoge ganó el oro, el mejor, el más bestia, el más implacable. “No me importó la lluvia, las dificultades, yo sólo quería ganar”.

    Después de Eliud empiezan a llegar los héroes. La estirpe de personas para las que rendirse nunca es opción. Sólo lo harán si llega un gigante y los pisotea y probablemente se puedan levantar. Así llegó Bruno, el argentino, saltando y corriendo de lado, el músculo posterior de su muslo había dicho basta al menos unos tres kilómetros atrás, pero él no. Salto a saltito. Llegó. Uno de los últimos cinco corredores en cruzar la meta.

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    El maratón también es un acto de guerra, una que usa kilómetros para solidarizarse, para decirle al mundo que hay algo que les tiene que contar y para que se lo digas tienes que correr 42 kilómetros y 195 metros. Así pasó cuando Filípides anunció la victoria de los griegos sobre los persas.

    Ahora Lelisa Desisa la hizo de Filípedes. Anunció al planeta entero que su gobierno, Etiopía, es una máquina de asesinatos. “Si vuelvo a mi país, me matan”. La medalla de plata, metros antes de pasar la meta, levantó los brazos y los cruzó en protesta por la represión sobre la comunidad de Oromo. Hasta junio habían matado ya ‘oficialmente’ 400 personas. El ejercito de su país se convirtió en un demonio. A decir de él, “en nueve meses mi país ha matado a 1,000”.

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    En 1968, Tommie Smith y John Carlos, tras el oro y el bronce en los 200 metros, sacaron un guante negro y cuando sonó el himno levantaron el puño. El saludo Black Power. Luego, el olvido, la indiferencia. En Estados Unidos, con libertad, los condenaron.

    -¿Qué vas a hacer Lelisa si tus hijos y esposa sigue en Etiopía?

    -Dice que charlará con ellos por teléfono y luego… “no sé”.

    Historias de maratón.

    PD. Lelisa quiere ir a Estados Unidos.

    PD2. No volverá a casa.

    PD3. ¿Su familia?...

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    Ivan Pérez es Editor de deportes del periódico El Economista, fundador de Cámara Húngara y colaborador de Forbes México. Ganador del premio 50 años de la Copa Libertadores en la categoría de prensa escrita. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México, Licenciado en Periodismo por el PART, becario del Programa Prensa y Democracia (Prende).


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