Juegos Olímpicos

    Memoria México 1968: la puerta de los Juegos Olímpicos para América Latina

    Los preparativos de México 1968 partieron de la sorpresa de su elección y llegaron a un país que recién había sufrido actos de represión del gobierno.

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    Por:
    Ricardo Otero.

    Vista del Estadio Olímpico Universitario antes de la inauguración de los Juegos de 1968.

    Imagen AP
    Vista del Estadio Olímpico Universitario antes de la inauguración de los Juegos de 1968.

    Durante 48 años, México fue la única ciudad de toda América Latina que albergó los Juegos Olímpicos, una puerta poco explorada por la máxima justa deportiva.

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    En 1963, la capital mexicana derrotó en la votación a Detroit, Lyon y Buenos Aires para albergar los Juegos de la XIX Olimpiada y convertirse así en la primera sede latinoamericana del evento.

    Sin embargo, el anhelo olímpico mexicano llegó desde mucho antes, pues en 1949 se quedó en la segunda ronda de la votación para los Juegos de Melbourne 1956. Aquella vez, Buenos Aires se quedó a un sufragio de ser la sede elegida.

    En 1955 contendió por los Juegos de 1960, que fueron otorgados a Roma. Curiosamente, en esa elección, Tokio y México -además de Bruselas-, las dos siguientes sedes, quedaron eliminadas en la primera ronda de la votación.

    Justamente en 1955 México organizó los Juegos Panamericanos, de los cuales el estadounidense Avery Brundage, entonces ya presidente del Comité Olímpico Internacional, dijo que sus instalaciones eran de nivel olímpico.

    La victoria en la elección de 1963 fue inesperada por la presencia de Detroit y Lyon. Francia y Estados Unidos ya habían albergado dos veces a los Juegos, pero lo hicieron antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue un golpe maestro en la expansión del olimpismo que pretendía Brundage, que en 1956 llegó a Oceanía y en 1964 a Asia.

    El 18 de octubre de 1963 inició la espera formal de cinco años menos seis días para unos Juegos que, al final, dejaron un legado indeleble al movimiento olímpico, pero que también quedaron enmarcados en la revuelta social más importante del país desde la Revolución Mexicana.

    Los Juegos de México tuvieron un costo de 176 millones de dólares, unos 2.2 millones de pesos actuales, considerando que en 1993 se le quitaron tres dígitos a la moneda.

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    México experimentaba condiciones económicas favorables que le permitían aspirar a la sede, pero tenía en su contra la altitud de 2 mil 240 metros (unos 7 mil 350 pies) sobre el nivel del mar, que se creía que podía ser contraproducente para la salud de los atletas.

    Por ello, se organizaron tres competiciones preolímpicas entre 1965 y 1967 que permitieron no solamente ser ensayos para la organización, sino también poder sacar conclusiones médicas sobre los efectos de la altitud en los deportistas.

    Se eligió al Estadio Olímpico Universitario, inaugurado en la década anterior, como sede del atletismo y las ceremonias de apertura y clausura, al que se le colocó una pista de tartán, material artificial que se estrenaría en el escenario olímpico en México.

    La posición de presidente del comité organizador (COO) quedó vacante desde la elección y hasta el verano de 1965, cuando el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz nombró a su antecesor, Adolfo López Mateos -en cuya gestión se obtuvo la sede-, para el cargo. Sin embargo, poco después declinó y quien tomó la estafeta fue Pedro Ramírez Vázquez, un prominente arquitecto que, entre otras obras, construyó el Estadio Azteca y el Cuauhtémoc de Puebla, pero que admitía tener un conocimiento mínimo en materia deportiva.

    La supuesta ignorancia de Ramírez Vázquez fue aprovechada en otras ramas. Impulsó el concepto de la Olimpiada Cultural, una serie de eventos y obras de artistas invitados de otros países con motivo de los Juegos. A medio siglo de distancia, 19 esculturas en 17 kilómetros del Anillo Periférico de la ciudad, desde la zona de San Jerónimo y hasta Cuemanco, aún existen en este corredor, conocido como la "Ruta de la Amistad". Otras tres obras se encuentran en el Estadio Azteca, el Palacio de los Deportes y el propio Estadio Olímpico Universitario.

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    Desde entonces, cada sede realiza sus eventos culturales y artísticos para que los Juegos Olímpicos sean también un aparador de lo que puede ofrecer cada ciudad al visitante.

    Los Juegos de México también fueron los primeros en transmitirse por televisión en vivo a todo el mundo, gracias a la naciente tecnología satelital.

    Cinco subsedes fuera de la Ciudad de México recibieron eventos olímpicos: en Acapulco se desarrolló la vela, hubo pruebas ecuestres en Valle de Bravo, además de que el fútbol se jugó en Puebla, León y Guadalajara.

    La Antorcha Olímpica partió de la antigua Olimpia el 23 de agosto, 50 días antes de la apertura, y después de un recorrido por Europa, se embarcó en el Puerto de Palos, en España, el mismo lugar de donde salió Cristóbal Colón para el viaje que lo llevó -sin que lo supiera nunca- a tierras americanas, un simbolismo fuerte si consideramos que la inauguración estaba programada para el 12 de octubre, justamente la fecha en la que se celebra el Descubrimiento de América.

    Tras un paso por la isla de San Salvador, actual territorio de las Bahamas, el lugar en el que se cree que desembarcó Colón en su primer viaje, el Fuego llegó al puerto de Veracruz seis días antes de la ceremonia inaugural para la última fase del Relevo. Tras recorrer los estados de Veracruz, Puebla y Tlaxcala, llegó a la zona arqueológica de Teotihuacán el 11 de octubre, donde se realizó un nuevo acto que imitó la Ceremonia del Fuego Nuevo en la explanada de la Pirámide de la Luna, lugar de donde sale el símbolo -aún hoy en día- rumbo a las sedes de Juegos Centroamericanos y del Caribe y Panamericanos.

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    Por la mañana del 12 de octubre, se encendió una nueva Antorcha en el Monumento a la Raza que fue llevada a la subsede de Acapulco. La última escala del Fuego fue el Museo de Antropología antes de partir hacia el Estadio Olímpico Universitario.

    Sin embargo, la fiesta del olimpismo estaba opacada por una ciudad bajo la zozobra de la represión gubernamental ocurrida 10 días antes en la Plaza de las Tres Culturas, en la zona de Tlatelolco, cuando cientos de personas murieron en un enfrentamiento derivado de una manifestación por el movimiento estudiantil con Ejército y paramilitares. Las versiones oficiales del gobierno solo reconocieron a 26 fallecidos en el momento, aunque medios internacionales llegaron a reportar hasta 267, además de mil 200 heridos.

    Se temía que el movimiento afectara la preparación y la organización de los Juegos, especialmente cuando, el 18 de septiembre, el Ejército invadió la Ciudad Universitaria -un acto de flagrante transgresión a la autonomía de la UNAM-, donde se encuentra el Estadio Olímpico. Se retiraron un día antes del enfrentamiento en Tlatelolco.

    El Consejo General de Huelga alegó en todo momento que no tenía intenciones de entorpecer el desarrollo de los Olímpicos. Aún así, con la masacre del 2 de octubre y varios de sus líderes detenidos, pactó la "tregua olímpica" el 9 de octubre para que el gobierno mexicano se asegurara de manera definitiva que no habría intromisión alguna en los Juegos.

    Los Juegos de México, irónicamente, fueron llamados "La Olimpiada de la Paz". No obstante, en lo deportivo, se fijaron marcas que rayaron en lo fantástico y permanecieron vigentes por muchos años.

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