Steven Gerrard: el guerrero de las epopeyas de este siglo en el Merseyside
El retiro del excapitán del Liverpool representa el final de una época difícil, pero de historias épicas para los Reds
Era el minuto 66: frente a mis ojos, a unos 100 metros de distancia, Steven Gerrard recibió un balón retrasado de Glen Johnson, lo acomodó, adelante de los tres cuartos del terreno de juego y con un derechazo lo puso pegado al poste, imposible para la estirada del portero Mark Bunn.
No es un cuento de ficción: eso ocurrió el 19 de enero de 2013, en Anfield, fue el cuarto gol del Liverpool en una goleada de 5-0 sobre el Norwich City por la Premier. Fue mi primer y único día hasta el momento que he visto en vivo a mi Liverpool. Y sí, disculpen que por lo menos en este artículo me ponga la playera de mi equipo, porque aunque creo firmemente en la objetividad, necesito hacerlo para explicar qué significa el retiro de Steven Gerrard para los aficionados Reds.
No podemos negar que el Liverpool vive del pasado, pero es uno de los pasados más brillantes que hay en el fútbol: la última de sus 18 coronas domésticas fue la de 1990, para ser por mucho tiempo el más ganador de Inglaterra, superado hace poco por el Manchester United, que ya lleva 20; ningún otro equipo del Reino Unido (inglés, escocés, galés o norirlandés) ha ganado cinco veces la Champions League como el Liverpool, y la última de ellas es el capítulo más brillante de su historia actual: el “milagro de Estambul”, la Final de 2005, cuando se levantaron de un 3-0 en contra para vencer al Milan en penales.
Steven Gerrard es el emblema de un periodo de vacas flacas, pero también de grandes epopeyas. En 2001, a unos días de cumplir 21 años de edad, Gerrard alineó en la Final de la Copa UEFA (hoy Europa League) en la que el Liverpool derrotó en un vibrante partido al Alavés por 5-4. El joven del Merseyside marcó el segundo gol.
Y lo de Estambul es el partido del siglo: el ultrafavorito Milan ganaba 3-0 al medio tiempo en la Final de la Liga de Campeones de Europa al Liverpool. De las gradas del Estadio Olímpico Atatürk surgió el canto que acompaña a los Reds en todas partes y que, si bien tiene una letra de fraternidad, hace que se erice la piel: “You’ll Never Walk Alone”. A la segunda parte los Reds salieron con el cuchillo entre los dientes, entre los minutos 54 y 60 empataron el partido, el primer gol obra de su capitán. Llevaron el partido hasta los penales y ahí David doblegó a Goliat.
Gerrard terminó su trayectoria con dos cuentas pendientes en el Merseyside: ganó al menos una vez todos los torneos en los que compitió con los Reds, excepto la liga de su país y el Mundial de Clubes, en donde cayeron en la Final de 2005 ante Sao Paulo. Lo de la Premier tiene un peso grande, con más de dos décadas y media de sequía, y más si recordamos ese resbalón ante el Chelsea en la Jornada 36 de la temporada 2013-2014, cuando así cedió el balón a Demba Ba para el 1-0, en una derrota que a la postre les costó el campeonato.
El eterno “8” del Liverpool es uno de esos especímenes de los que cada vez hay menos en el futbol: elegante, pero fuerte; de buena conducción, inteligente al repartir el juego; que grita cuando es necesario e impone sólo con su presencia; buen compañero. Vaya, un líder completo. Un hombre al que le basta celebrar sus goles con los brazos extendidos, sin tener que caer en excentricidades para llamar la atención. Un jugador que destaca por su discreta personalidad.
Y el que ha vivido las glorias y tragedias de los Reds durante tres décadas: la víctima más joven de la tragedia de Hillsborough, en abril de 1989, fue su primo Jon Paul Gilhooley, quien entonces tenía apenas 10 años de edad. El más pequeño de los 96.
Steven Gerrard fue un héroe que lidió con la desgracia. Un tipo resiliente, como lo ha sido el Liverpool en las últimas tres décadas. No hay otro jugador que personifique mejor la historia reciente de su club.
Por eso vuelvo el recuerdo al 19 de enero de 2013, a aquella imagen de Gerrard tomando el balón y disparando a gol. Uno de sus clásicos, como hizo muchos, pero ese lo vi con mis propios ojos. Aquella goleada ante el Norwich fue un oasis en una temporada que rozó la mediocridad, con un séptimo lugar al final. Como ese, en el Merseyside navegan cientos, quizás miles de recuerdos en torno al capitán, los que construyen una leyenda.
Sólo que ese me tocó verlo a mí.