Junio de 2016. Marsella. Medio día y sol radiante. Las principales plazas de la ciudad lucían atestadas de miles de aficionados que con la excusa del fútbol visitaban la Costa Azul. La mayoría de ellos ingleses, ya que su selección jugaba por la zona. Francia era la sede de la Eurocopa de ese año. De pronto, como venidos de la nada, 200 rusos irrumpieron en la ciudad golpeando e hiriendo a todo el que se cruzaba en su camino. Tenían una presa predilecta: británicos. Algunos respondían al ataque y otros, sin embargo, se protegían como podían de la bestial turba incontrolada que les acechaba. Daba igual si mostrabas signos de querer pelear o no. Daba igual en qué parte de la ciudad te intentabas proteger, se trataba de una emboscada pensada, meditada y entrenada durante meses.
Ultras y Drakas, todo menos fútbol
Los barras en Rusia campan a sus anchas y han logrado destronar incluso a los hooligans. Hasta inventaron las Drakas, peleas pactadas para dirimir con los rivales quién es el grupo que más resiste.

Los ultras campan a su anchas por el fútbol ruso. No es algo nuevo hoy y no lo era en 2016. Los clubes, o les respaldan o miran sus pecados como el padre ve los errores de su hijo. Tal es el caso del vicepresidente del Spartak de Moscú, Naíl Izmáilov, cuyos comentarios no dejaron indiferente a nadie tras el partido de su equipo en Bilbao y en donde un policía resultó muerto tras altercados con los ultras: "Cuando te atacan, te ves obligado a defenderte".

"Sabíamos desde el principio que no íbamos a ser bienvenidos en Bilbao porque en la prensa aparecieron historias macabras inventadas sobre los hinchas del Spartak, seguidas de marchas de los grupos radicales locales y el reforzamiento demostrativo de las medidas de seguridad", dijo el vicepresidente del Spartak como justificativo de la violencia.
Los ultras del Spartak de Moscú son los más temidos de Europa. Su organización se llama Fratria y aglutina a más de 10,000 personas divididas en decenas de firmas secundarias. No es una casualidad que su directiva les justifique, avale y, por qué no decirlo, les tema. Es el brazo armado de un club de fútbol y, como tal, es usado por sus mandatarios. Una de estas firmas o clanes secundarios se hace llamar Gladiators Firms. Nacieron a mediados de los 90 a imitación de los hooligans ingleses, pero con un claro objetivo: superarlos y atacarlos en cuanto pudieran.
Los Gladiators Firms 96 ya habían marcado su objetivo. Para conseguirlo debían trazar un plan. Fue entonces cuando crearon las llamadas peleas Draka. Se trata de confrontaciones pactadas entre dos bandos rivales, que se citan en un lugar alejado y protegido para pegarse hasta que uno de los grupos desfallece. No se permiten armas. De hecho, esta modalidad es asumida entre los grupos ultras como el máximo honor de las peleas y la toman como un entrenamiento de cara a otros altercados en los estadios o aledaños. Como no podía ser de otra forma, el nacimiento y auge del Draka se dio en Rusia, aunque ya se ha exportado a toda Europa.

Todo apunta a que el Mundial de Rusia 2018 será la explosión de estos grupos de delincuentes, sin que las instituciones estén haciendo nada para prevenirlo. Es más: algunas iniciativas no han hecho más que potenciarlos. Como la del diputado ruso Igor Lebedev, que sugirió hace un año legalizar las Drakas y convertirlas en un deporte. Atención a la animalada. Imaginen que antes del partido entre Portugal y España, por ejemplo, dos grupos de 20 contra 20 se revienten a golpes. Pues eso es lo que propuso un importante mandatario ruso.
En esa misma Eurocopa 2016, los ultras rusos volvieron a actuar dentro del estadio contra los hooligans ingleses. Daba igual si jugaba Rusia o no. Ellos habían ido a Francia con otras intenciones que no eran solo las de animar a sus futbolistas. Gladiators Firms 96 estuvo presente en tierras francesas, como más tarde aseguró y alardeó Vasily, su líder, apodado como el 'Asesino'. La esperada venganza se había consumado.

Las instituciones decidieron sancionar económicamente a Rusia después de esa Euro. Inicialmente se especuló con echarla de la competencia, pero no hizo falta porque los rusos se fueron por méritos propios: no ganaron ni un partido. En cualquier caso, los ultras siguieron en Francia causando disturbios contra otras aficiones. Incluso los ataques afectaron a otras capitales europeas debido a que estos barras rusos regresaron a su país haciendo escalas. Colonia, Hamburgo e incluso Bruselas padecieron incidentes aislados protagonizados por estos grupos de delincuentes.
Lo del 2016 en Francia no fue un hecho aislado. En 2012, también en la Eurocopa, los ultras rusos protagonizaron una batalla campal en Varsovia contra radicales polacos. Ahora han amenazado a los aficionados ingleses que vayan a ver a su selección a Rusia y han contactado con ultras argentinos para juntarse y crear el caos durante el Mundial. Las familias de los futbolistas británicos han anunciado que llevarán seguridad privada, algo que harán otras muchas selecciones para proteger a sus jugadores. El Gobierno ruso garantizó la seguridad a través, incluso, de su presidente Vladimir Putin, quien prometió que todo está bajo control y será un Mundial seguro. Los ultras no piensan lo mismo. Solo advierten que van actuar.


















