El domingo pasado participé en mi primera carrera de este año, un 10k en el Sur de la Ciudad de México, una carrera que tuvo más de 10 mil participantes de ambos sexos, sumados los que corrimos 10 y los que corrieron 5k, entre ellos una de mis hermanas.Disfruté nuevamente estar en medio de tantas personas que no nos conocemos, pero que estamos ahí, tempranito en domingo, simplemente para disfrutar, para correr porque nos gusta, para mejorar nuestro tiempo o para ver cómo andamos.La ruta que los organizadores nos regalaron no fue nada sencilla, estuvo llena de pendientes, una tras otra, que seguramente para el lunes se cobraron más de un adolorido de rodillas, si es que no estaban los músculos y tendones lo suficientemente trabajados para soportar esa carga y esos golpes. Realmente fue un delicioso reto.Pero no, mi columna de esta semana no es para hablar de cómo me fue, ni de cuánto tiempo hice, ni de que la organización dejó un poquito que desear (lo que ya comentaré a los organizadores), sino de el cierto grado de incongruencia que parece haber entre cantidad de personas que cada ocho días corren en esos eventos y los que toman sus bicicletas para salir a los circuitos, y los porcentajes de mexicanos, sobre todo niños, con obesidad.Y es que uno de los negocios más rentables en los últimos años han sido precisamente las carreras, es prácticamente imposible pasar un fin de semana sin una carrera en alguna parte de la Ciudad de México, ya sea de 5, 10, 21 o maratones, algunas en las que se incluyen otras distancias, o que considera la participación de niños, con distancias mucho menores, o aquellas que son específicas para mujeres; muchas con causa o con diferentes motivos; en el sur, en el norte, o por la zona central; de día o en su modalidad nocturna.Es muy probable que por cada participante en esas carrera, al menos una persona más de su familia también se ejercite; los que corren cuidan su alimentación, así que son hábitos que también puede compartir con la familia, o amigos incluso; es decir, un corredor replicará hábitos que se convertirán en una familia que combata o evite los problemas de obesidad... pero persisten.Una encuesta aplicada en 32 ciudades por el Instituto Nacional de Geografía e Informática ( INEGI) hace casi tres años, señala que el 56.4% de los mexicanos no tenían ningún tipo de actividad física, lamentablemente esa situación hoy se traduce, con base en datos del mismo Instituto, en que entre 2006 y 2015 cerca de un millón 800 mil personas fallecieron a causa de problemas de salud derivados de la obesidad, como la diabetes mellitus que está declarada alerta epidemiológica.Ciertamente las carreras no van a resolver el problema ¿entonces? Entonces lo que ocurre es que la práctica deportiva no ha alcanzado a enviar el mensaje adecuado: no se trata de que cada mexicano que vaya al gimnasio o corra o nade, se convierta en medallista del nivel que sea, mucho menos olímpico, no se trata de que rompan récords, simplemente se trata de que las políticas públicas para combatir el sobrepeso y la obesidad no han sido efectivas, y a ello podemos sumar el que la educación física en las escuelas está en crisis, no hay suficiente oferta parra la demanda, y que, sin duda, el problema de la inseguridad también aporta su granito. Se trata de un problema multifactorial que debemos tomar muy en serio porque las consecuencias son alarmantes. ¿Quieren más cifras?La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición ( ENSANUT) de 2016 arrojó que en los niños entre 5 y 11 años, tres de cada diez tiene sobre peso u obesidad, y entre 12 y 19 cuatro de cada diez.Meditemos un poco sobre esto.