De los que escudo en mano, se asumen como defensores de oficio de la selección. Sin argumentos mayores a alguna charla con el técnico en turno, el apretón de manos del capitán, el saludo cotidiano de los encargados de prensa y el haber “visto” algún entrenamiento y algunos partidos del Tricolor.De los que, con lupa en mano, observan el desarrollo del seleccionado para que, a partir del primer saque de banda mal ejecutado o un tiro de esquina que no sale bien, determinar que, “Nada funciona. Esto es un desastre total”.De los que confunden o peor, revuelven, los conceptos de futbol y patria. Que consideran que apoyar o no, criticar o aplaudir, cuestionar o criticar, interesarse o pasar de largo, son situaciones que atañen nuestra nacionalidad y nuestra calidad de ciudadanos.De quienes descalifican argumentos positivos, aludiendo a que, quienes los hacen, tienen intereses u obligaciones con algo o alguien.De quienes rechazan cualquier crítica o punto de vista contrario a como se están haciendo las cosas, pues, seguramente “Solo se busca desestabilizar”.De los que esperan el éxito mundialista para decir “Callamos bocas.De quienes esperan un fracaso para señalar: “Se los dije”.Opinar sobre la selección nacional, sobre un JUEGO llamado futbol es un derecho que nos pertenece a todos. Lo que me llama la atención desde hace tiempo, como el contrastar ideas se convirtió hace tiempo en algo tan poco respetado por el de enfrente.Las opiniones, todas, mientras no vengan acompañadas de prejuicios, son válidas y en muchos casos valiosas.No estar de acuerdo, no significa descalificar sino confrontar. Parecería tan fácil entenderlo, aunque sea tan difícil llevarlo a la práctica.La polarización, tan visible en nuestro país en tiempos electorales, también alcanzó a un tema tan ligero como el futbol. Actividad apasionante como pocas, pero que no debe rebasar para una sociedad la categoría de “actividad lúdica”. Un Juego pues, entre tantos problemas realmente serios que tiene nuestro México.