El 28 de marzo de hace cuatro años estaba a punto de salir de la oficina, eran cerca de las 6 de la tarde, ese día había tenido la guardia vespertina, de 1 a 6, un mensaje en el Face de mi colega Guillermo Martínez del Esto me hizo pensar que mi salida se retrasaría y peor aún, me hizo, inmediatamente pensar que el motivo no sería nada agradable."¿Qué sabes de Soraya?", fue su mensaje, "no es cierto", fue lo primero que pensé. No me mandaba ese mensaje para medir mi conocimiento de quien fuera la primera Campeona Olímpica Mexican en Sydney 2000, en el debut del Levantamiento de Pesas en la rama femenil.Memo confirmó por su cuenta, yo lo hice por la mía. Soraya Jiménez Mendívil, de 35 años de edad, había perdido la vida, poco más de dos meses después de que le dieramos el adiós a otro medallista de esos Juegos: Noé Hernández, por lo que el recibir esa noticia duplicaba el sentimiento. Soraya dejaba una interesante historia en la que, incluso, se había tenido que sobreponer a la negativa de su familia cuando les comunicó que las pesas era el deporte que ella quería practicar.El día que ganó el oro en Sydney, el 18 de septiembre por la noche, el Sydney Convention Centre donde se llevó a cabo la competencia estaba lleno, su mamá, junto con su hermana gemela y alguien más, no recuerdo si familiar o amiga de la familia, estaban nerviosas, Soraya peleaba el titulo con la coreana Song Hui Ri, un año menor que ella y con tres kilos menos de peso, lo que en este deporte era un punto a su favor.La lista de competidoras en los 58 kgs. era de 17 pesistas de 16 países, Australia era el único país que tenía dos inscritas, Natasha Barker y Meagan Warthold, quienes terminaron en los lugares 10 y 12, respectivamente. Jiménez llegaba a Sydney como la segunda mejor de América, en los Panamericanos de Winnipeg se quedó con plata, detrás de la Canadiense Maryse Turcotte, quien también quería uno de los primeros títulos olímpicos.Pero nadie contaba con que esa mujer mexicana, Soraya, de personalidad más bien introvertida, de 1.54 mts. de estatura, sería la única que haría una competencia perfecta, en el Arranque completó sus tres intentos con 90, 92.5 y 95 kgs. y en el Envión sus marcas fueron de 117.5, 122.5 y 127.5 kgs. y fue justo hasta el final cuando el oro tuvo dueña porque Soraya levantó los 122.5, pasó Ri a la tarima y se pasó de tiempo en su segunda oportunidad, para la tercera pasó con el mismo peso que hizo válido, pero vino entonces Soraya con 127.5, subió el peso originalmente solicitado, doña Dolores, su mamá tenía la mirada fija en Soraya que estaba a un paso de la gloria olímpica, tenía sus manos apretadas en su pecho, no oía ni veía nada más. Soraya resopló, se agachó, tomó la barra , levantó la vista y levantó los 127.5 que le dieron el oro.Yo escuchaba la narración que se hacía para México, en vivo, por Acir, México supo en vivo, justo en el momento en que ocurrió, del logro de esta mujer que brincó de felicidad y abrazó a su entrenador, que lloró al cantar el himno nacional, con el oro en su cuello, con un uniforme que le quedaba grande, con una imagen que hoy repaso y me emociona de la misma manera que aquel día. Me tocó esperarla después del doping para llevarla al IBC, a TV Azteca, el recinto estaba ya vacío, muchas puertas cerradas, tuvimos que dar un par de vueltas.En la camioneta todos queríamos ver y tocar la medalla, que pesa mucho menos de lo que realmente vale, para ella, luchar, callar bocas, entrenar horas, superar lesiones y sobre todo, decidir, decidir que eso era lo que ella quería, que no estaba para darle gusto a nadie, que ella quería su propia historia, que quería intentarlo... y lo logró! Soraya fue inspiración para muchas que detrás de ella, en Mëxico, decidieron que también el Levantamiento de Pesas era lo suyo y hoy, a su presea, están por sumarse dos más, que llegarán por dopaje de otras competidoras, pero que si no hubiera sido por Soraya, tal vez ni Luz Mercedes Acosta ni Damaris Aguirre hubieran tomado ese camino.