Octubre del 2011. Se desarrollaba la ceremonia de apertura de los Juegos Panamericanos de Guadalajara.Desfile de las naciones participantes. Los atletas de Brasil aparecían en el campo y la gran ovación de los aficionados, en su gran mayoría tapatíos, no se hizo esperar. Euforia total durante el paso de la bandera del país sudamericano.Reflexioné entonces acerca de lo que el recuerdo de un equipo de futbol que había estado en aquellas tierras, 41 años antes, puede ser capaz.“Está bien. No comparto esa emoción pero se vale”, pensé.Minutos más tarde, con la delegación de Estados Unidos pasó totalmente lo opuesto. Una silbada monumental se escuchó, apenas la bandera de las barras y estrellas hizo su aparición.De igual forma, la reflexión inmediata y pensé entonces en las miles de familias jaliscienses o en un caso más general, millones de familias mexicanas, cuya necesidad precaria o no, los ha llevado a cruzar la frontera en busca de un mejor nivel de vida y cuantos de este lado, se veían beneficiados de aquella decisión de vida. “Que reacción tan injusta”. Mi conclusión.Ya más en frío, concluía que no debe ser un escenario deportivo, la tribuna para descalificar a una nación a través de su himno o de sus símbolos patrios.No tendría que ser. Pero lo es... Y lo va a seguir siendo, lamentablemente. Esa línea entre deporte y patria es cruzada con tanta irresponsabilidad por todos, incluyendo por supuesto a los medios de comunicación, que nos ha llevado a momentos penosos como el del domingo cuando el himno de los Estados Unidos fue silbado por miles en el Estadio Azteca.Ponga usted el aderezo que quiera a ese rechazo. Que si el muro, que si Trump, en fin. Nada justifica que un grupo de atletas que nada tienen que ver con algún conflicto entre naciones sean testigos en primera fila del rechazo y denostación a su himno, a su bandera.En Centroamérica lo hemos vivido decenas de veces y lo hemos criticado. Se abuchea el himno mexicano. El himno de un país que a lo largo de la historia ha sido un pueblo amigo de sus vecinos.Salvo cuando se trata de un encuentro “deportivo”… tristemente.