Juegos Olímpicos

    Ricardo Otero | ¿Cómo dimensionamos el legado de María Espinoza?

    Tras quedar eliminada de la posibilidad de disputar sus cuartos Juegos Olímpicos, hay que analizar el legado de María Espinoza al deporte mexicano.

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    Por:
    Ricardo Otero.


    Imagen TUDN

    Me dijo alguna vez Ernesto Canto, al contar la historia de su medalla de oro en la marcha en Los Ángeles 1984, que el público de México vio los 20 kilómetros de aquella prueba, pero no los 80 mil que recorrió para prepararse en ese momento.

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    La metáfora es contundente: el camino al éxito en el deporte se construye desde lo privado y la familia para que al momento de emerger a lo público se quede en la memoria. En el caso de María Espinoza, ¿de qué tamaño podemos dimensionar sus logros?

    Partamos de lo que se sabe poco. Clasificar a Juegos Olímpicos en el taekwondo es sumamente complicado. Participan solo 128 deportistas entre todas las ocho categorías que hay en competencia, cuando ese número en Campeonatos Mundiales se eleva hasta a 1,024, es decir, ocho veces más.

    De hecho, desde que forma parte del programa olímpico en 2000, México ha tenido tres campeones mundiales y solo una compitió en los Juegos, precisamente María, quien tuvo que apartar del camino para Beijing 2008 a Edna Díaz, monarca mundial en 2005 (María lo fue en 2007), pues se encontraban en la misma categoría olímpica. El otro, Uriel Adriano, no alcanzó a clasificar en los selectivos rumbo a Río 2016.

    OK, María clasificó a Juegos Olímpicos -y ganó medalla de oro-. El 73.7% de los deportistas que participaron en el evento solo lo hizo una vez. María Espinoza clasificó tres veces y se quedó a un punto de la cuarta.

    En unos Juegos Olímpicos se reparten poco menos de mil medallas entre los 10,500 a 11,000 deportistas que participan, y eso sin contar que algunos ganan varias. Sin tener la estadística dura a la mano, podemos calcular que algo así como un 8 por ciento de los que llegan a los Olímpicos regresan con al menos una presea. Difícilmente más.

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    María estuvo en ese 8 por ciento no una, ni dos, sino tres veces. Y lo hizo además en un deporte que solo permite participar en una prueba, a diferencia de la natación, la gimnasia y el atletismo, entre otros, que permiten probar suerte en varias.

    (Me dirá alguien muy quisquilloso con los números que el 25% de los taekwondoínes que participan ganan medalla y es verdad. Aún así, si todos tuvieran la misma posibilidad, ser triple medallista olímpica, sin fallar ninguna vez, implicaría una probabilidad del 1.56%. Se necesita mucho más que suerte.)

    De hecho, antes de Tokyo 2020, la sudcoreana Hwang Gyeong-Seon y María Espinoza son las únicas taekwondoínes (mujeres) que se han colgado tres medallas olímpicas. En todo el mundo.

    Solo hay dos deportistas mexicanos que lograron colgarse oros en Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Campeonato Mundial y Juegos Olímpicos: precisamente Ernesto Canto y María Espinoza.

    Además, el palmarés de María se expande a otras dos medallas olímpicas, otras dos mundiales, una más panamericana y otras dos (incluida una de oro) centroamericanas. Dominó la escena en el país en una categoría donde peleó contra otra campeona mundial, Edna Díaz; una futura medallista olímpica y doble medallista mundial, Jackie Galloway, quien ganó bronce para EEUU en Río 2016; y Briseida Acosta, quien hoy ya tiene dos preseas mundiales, es campeona panamericana y finalmente tuvo su revancha de cara a Tokyo 2020.

    Pero más allá de eso, está también lo intangible: el respeto y la admiración de los deportistas mexicanos a su legado. Me cuesta trabajo pensar que haya un solo atleta de alto rendimiento en este país que no se haya inspirado en ella.

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    En un par de meses sabremos si ese legado, que fue la vara que tuvo que librar Briseida Acosta, garantiza una nueva medalla olímpica para México.

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