Rusia

    Deporte Capital | Boicot a Rusia: Un veto en el deporte jamás ha solucionado nada

    La decisión del COI y de federaciones deportivas de excluir a atletas, entrenadores y personal de Rusia y Bielorrusia de las competencias atenta contra los principios fundamentales del deporte.

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    Por:
    Ricardo Otero.


    Imagen TUDN

    El deporte mundial vive un momento aciago que no debería tener que vivir en una guerra que inicia. Un retroceso que nos lleva a etapas tempranas de la segunda mitad del siglo XX.

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    El deporte se equivoca: prohibir la competencia de atletas rusos y bielorrusos de competencias internacionales es un mensaje que atenta contra sus propios principios. No hay argumento que justifique el llamado del Comité Olímpico Internacional (COI) y de diferentes federaciones internacionales, y lo explicaré desde varios ángulos.

    Los principios fundamentales del Olimpismo

    La Carta Olímpica es el documento que rige al COI, los comités olímpicos nacionales, las federaciones deportivas internacionales y nacionales y, por tanto, a prácticamente todo el deporte.

    El COI tiene afiliadas a 73 federaciones deportivas internacionales, algunas de ellas (como la Federación Internacional del Automóvil, por ejemplo) que no tienen participación en el programa olímpico. Todos estos organismos, por indicación de la Carta Olímpica, son privados acorde a la legislación local donde se constituyen, lo que garantiza su gobernanza e independencia de los regímenes de los países.

    Digo todo esto porque ese contexto es importante: el deporte no se rige por los gobiernos e incluso está penado por el COI que no exista esa independencia. La relación con los países busca darse siempre en armonía, pues si bien es independiente en decisiones propias de los organismos, en muchos países el estado tiene participación en la preparación de los atletas.

    Los siete principios fundamentales del Olimpismo, incluidos en la Carta Olímpica, fomentan los siguientes valores:


    • Crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto por los principios éticos fundamentales universales.
    • Poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del ser humano, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana.
    • La práctica deportiva es un derecho humano.
    • Neutralidad política.
    • No discriminación para la práctica del deporte.
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    Puedes leer la Carta Olímpica y los principios fundamentales del Olimpismo completos aquí.

    Sin importar del estatus, palmarés o nivel del deportista del que se trate, limitar su participación es una violación a sus derechos humanos, va en contra del desarrollo armónico del ser humano, del establecimiento de una sociedad pacífica y del principio de neutralidad política, este último en el contexto actual.

    El contexto histórico

    No es el primer veto a atletas de un país, pero tomaré un ejemplo para ilustrar que estas decisiones son en realidad contraproducentes.

    En 1964, el COI retiró a Sudáfrica la invitación para los Juegos Olímpicos de Tokio, por su política del apartheid.

    En 1968, México extendió la invitación, pero volvió a retirarla ante la amenaza de un boicot de otros países africanos.

    En 1970, el COI expulsó a Sudáfrica del Movimiento Olímpico.

    En Montreal 1976, se negó una petición de retirar la invitación a Nueva Zelanda por una serie de partidos de rugby que tuvieron contra Sudáfrica, por lo que 25 países africanos no participaron en esos Juegos.

    El apartheid terminó a inicios de la década de 1990, con lo que se empezaron a readmitir representaciones de Sudáfrica en eventos deportivos internacionales.

    El fin del apartheid fue en realidad un proceso que llevó muchos años de lucha y el establecimiento de muchas voluntades políticas. Por casi tres décadas hubo presión por medio del deporte, pero nada de eso cambió esta forma de vida racista en aquel país.

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    De hecho, cuando el primer gobierno de la Sudáfrica moderna, encabezado por Nelson Mandela, vio al rugby como una vía para unir al país y perdonar los pecados y crímenes del pasado, el deporte ilustró uno de los motivos de su existencia: el fomento a la paz mediante las tres virtudes del olimpismo -la amistad, el respeto y la excelencia-.

    Ningún veto deportivo ha solucionado un conflicto armado, sino que solo ha provocado una escalada de boicots. Por el contrario, el deporte ha servido para curar las heridas que dejó la guerra.

    De hecho, a la Alemania nazi poco le importó perder la sede que tenía casi garantizada del Mundial de futbol de 1942 y se mantuvo en su intento de expandirse por Europa.

    El contexto político y económico

    A estas alturas, querido lector, pensarás que estas reflexiones son muy románticas y no son acordes a la realidad vigente del deporte.

    La pregunta aquí es ¿cuál es la realidad del deporte? ¿Por qué solo pensar en los intereses económicos de quienes hacen negocio -legítimo o no- con él y no en quienes lo practican sin solucionar el resto de su vida financieramente durante sus carreras?

    Con nombres como ejemplo: ¿por qué pensar en las repercusiones para Daniil Medvedev o los seleccionados y clubes de futbol rusos y no que la generalidad de los afectados serán el arquero, la gimnasta, la clavadista o el judoka rusos y bielorrusos que viven al día y que probablemente no puedan dedicarse al 100% a su actividad deportiva?

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    Mediáticamente, el deporte es un iceberg donde lo que sale a la superficie para mostrarse al público es solo una pequeña parte de lo que ocurre. En este caso, el precio lo pagan muchos que no salen a la luz.

    La imagen del deporte

    Podría entender un poco más estas medidas si el apoyo del pueblo ruso a la invasión de Ucrania fuera unánime. Pero no lo es. Incluso ya se han manifestado atletas en contra de este conflicto, con el riesgo que conlleva en un país de limitadísima libertad de expresión.

    Pero independientemente de eso, el deporte nos ha regalado decenas de imágenes de amistad entre atletas de países en conflicto, de naciones donde se rompen barreras de segregación por sexo o raza, de abrazos entre rivales, de brazos alzados en un podio o de campeones que esperan por horas en la meta a que llegue el último lugar de su prueba.

    No podemos seguir pensando en una visión nacionalista de hace más de medio siglo donde la decisión de una minoría en el poder represente a la voluntad de la mayoría de forma automática.

    El deporte ya había entendido esa barrera con la suspensión por el dopaje de estado de Rusia. Castigar a un gobierno no es castigar en automático a sus atletas.

    En época de guerra, el deporte debería ser ese aparador que nos muestre las cosas que nos hacen mejores seres humanos.

    En este momento, no lo es.


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