Diego Fagúndez

    Diego Fagundez: mi infancia 'sudamericana' en Massachusetts

    El futbolista de Austin FC rememora su crianza en un pequeño pueblo cercano a Boston, donde ser crió en un ambiente rodeado por los juegos y el fútbol; su amor por la cultura uruguaya y su nuevo lugar en el mundo en Texas.

    whatsappLogoOutline
    facebookLogoOutline
    twitterLogoOutline
    envelopeOutline

    Por:
    TUDN

    Diego Fagúndez

    Imagen MLSsoccer.com
    Diego Fagúndez

    por Diego Fagúndez

    Publicidad


    ***


    Nací en Uruguay, aunque los recuerdos que tengo son algo borrosos.

    Emigramos desde Montevideo a Leomister, Massachusetts, un pequeño pueblo a una hora de Boston, cuando tenía apenas 5 años. Parecía otro planeta con respecto a mi patria, pero por suerte no me tomó demasiado tiempo encontrar trocitos de mi hogar a mi alrededor.

    Probablemente el 75% de nuestro vecindario era de Uruguay, y también habían algunos brasileños y gente de otros países de América Latina. Al ser un niño pequeño en un nuevo lugar, fue realmente bueno poder conocer a gente que hablaba español, poder hablar en español con mis amigos , por supuesto, jugar fútbol.

    Vivíamos en un complejo de apartamentos pequeño, con una piscina en el centro, y justo al lado había algo de césped. No era un lugar para hacer deportes, ni siquiera tenía forma rectangular, pero lo transformamos en nuestra cancha.

    A veces era nuestra cancha de futbol americano, otras era nuestro campo de béisbol, servía para cualquier deporte que quisiéramos jugar, ¡Incluso para jugar a las escondidas! Pero era fútbol la mayoría de las veces. Y si no era allí, íbamos a jugar fútbol en el asfalto, justo al lado de los cestos de basura, donde había una cancha de baloncesto. Jugábamos al fútbol todo el día. Mis amigos y yo salíamos de la escuela y jugábamos durante horas, desde las 4 a las 8 o 9 si nuestros padres nos dejaban. Luego, los fines de semana, nos despertábamos en la mañana e íbamos a jugar más.

    Hacíamos todo tipo de juegos y competencias. Creamos algo que llamábamos ‘juegos de rivalidad’ en los que ocho personas lucían camisetas blancas y los otro ocho tenían camisetas de otros colores. Incluso les poníamos números en la espalda. Creamos una pequeño grupo de fútbol y al final parecía que todo el mundo venía, incluso los adultos que iban a ver correr, agradecidos de que eso nos mantenía alejados de los problemas.

    Publicidad

    Todavía tengo amigos de esa época, y de vez en cuando pensamos ¿qué estábamos haciendo? Creando camisetas, inventando goles, solo para divertirnos. Es algo que siempre recordamos con una sonrisa. Definitivamente, puedo decir que ese pequeño pedazo de Sudamérica en Massachusetts me ayudó a llegar donde hoy estoy.


    Video Diego Fagúndez motivado a romper récords de partidos en MLS con Austin FC
    El uruguayo tiene 12 años en la liga norteamericana y en esta temporada supera los 300 partidos, después de debutar con New England Revolution
    youtubeLogoOutline
    3:42 mins


    EL CAMINO PROFESIONAL

    Fui afortunado de haber iniciado muy chico. Mi papá había jugado fútbol profesional en Uruguay, y él me hizo jugar con una pelota cuando tenía 2 años. Apenas había aprendido a caminar, pero él alineaba botellas de refrescos de dos litros como si fueran bolos al final del pasillo. Daba 10 pasos hacia atrás y pateaba la pelota hacia allí hasta que los había volteado a todos, y luego los volvía a poner de pie para hacerlo una y otra vez.

    Todo ese tiempo jugando con la pelota desde tan temprano rindió frutos. Mis pies se volvieron más rápidos, mi calidad creció, y siempre quería eludir a los rivales regates uno contra uno. Más tarde, mientras me hice mayor, pasé de jugar en mi barrio en Leominster a jugar en clubes, que nos hacían viajar por todo Estados Unidos. Mis padres conducían durante horas y horas, y siempre me apoyaron. Mi papá siempre me retaba a jugar contra chicos más grandes que yo, y contra mejores equipos. Esa fue la manera de convertirme en un mejor jugador. Pero creo que fue el trabajo extra el que marcó la diferencia. Cuando las prácticas de mi equipo terminaban, me quedaba con mi padre: 50, 60, 70 disparos por día, habitualmente hacia él, que en su momento fue arquero.

    Publicidad

    Mis piernas se cansaban, pero después de un tiempo, era como una máquina. Hay momentos en mis partidos ahora en los que pateo la pelota y ya se si va a ser un gol o no, porque siento cómo sale el disparo desde mi pie. Toda esa repetición, todo ese trabajo duro. Las cosas comenzaron a moverse rápidamente cuando un ojeador vino a verme jugar. Pensé esto podría ser una carrera. Seguí jugando y un día, después de un partido, New England Revolution nos contactó.

    Poco después me uní a la academia del club, y fui su primer jugador canterano. Solo tenía 15 años cuando firmé ese primer contrato profesional y 16 años cuando jugué mi primer partido en MLS. Hoy ves a tantos canteranos jugando en toda la liga, pero había muy pocos como nosotros jugando en los primeros equipos en ese momento. En retrospectiva, éramos pioneros, y no quedan muchos de mi generación. En ese momento fui convocado por primera vez por la selección juvenil de Uruguay. Y si bien sentía un deseo muy fuerte de jugar por Estados Unidos, sentí que era una oportunidad que se presenta una vez en la vida, y es difícil no tomar ese chance.


    Diego Fagúndez en un partido de New England Revolution en 2014.

    Imagen Bob DeChiara-USA TODAY Sports
    Diego Fagúndez en un partido de New England Revolution en 2014.


    EL 'CAPÍTULO TEXANO'

    Pasé más de una década con New England, pero cuando se terminó mi último contrato con los Revs, era la hora de irme. Me habían pedido jugar en posiciones que no me iban bien, y necesitaba un nuevo comienzo. Claudio Reyna y Josh Wolff me dijeron que Austin FC quería usarme como atacante, y me pidieron que tomara el reto de ser una parte importante de un club en expansión. Cuando llegué el año pasado a Texas, sentí que necesitaba demostrar cosas nuevamente, demostrar que mi carrera no se había terminado, como alguna gente pensaba.

    Publicidad

    Me estoy divirtiendo mucho aquí en Austin. Estoy marcando y creando goles, jugando al mejor nivel posible. Los entrenadores me desafían, mis compañeros también, y al equipo le va bien. Uno gana confianza cuando esas cosas pasan, y pueden ver una sonrisa en mi cara cuando juego y lo disfruto. Y la ciudad, su gente, la cultura y la comida son fantásticos.

    No era lo que esperaba, pero me enamoré de inmediato. Si bien parece exactamente lo opuesto a Massachusetts, hay más paralelos de lo que la gente piensa. Puedes hacer senderismo, nadar, ir en bote. Lo que quieras. En Leominster tenía un bote. Me encantaba ir de cacería, hacer senderismo, e incluso conducir una camioneta grande. No tuve que adaptarme demasiado, excepto al calor del verano, y ya estoy practicando con mi acento texano. ¡Pero lo voy a lograr! Y lo mismo se puede decir sobre la cultura hispana: hay mucha influencia latina en nuestra comunidad, en nuestro equipo, en nuestros aficionados, que son de los mejores en esta liga y que entonan muchas canciones y cánticos en español.

    Nuestro vestuario tiene muchas culturas diferentes, pero todo el mundo respeta la del otro. Incluso los jugadores que no hablan español están aprendiendo un poquito. Tenemos un pequeño programa llamado “Mate Con Vos”, que presento con Maxi Urruti y Sebastián Driussi. Ellos son de Argentina, yo soy de Uruguay, así que tomamos mate, y traemos a alguien de otro origen para que venga y converse con nosotros. Habitualmente, no les gusta el sabor, pero para nosotros es rico. Austin se siente como nuestra casa, tanto para mí como para mi hija Maria y mi hijo Liam, y espero quedarme aquí por mucho tiempo.

    Publicidad

    Estados Unidos me dio una enorme oportunidad de venir aquí y vivir otra vida, pero todavía tengo partes de Uruguay en mí. Ambos lugares son mi hogar. Es un 50/50, no es una cosa o la otra. Y eso es lo que intento hacer con mis hijos. Les enseño español, les doy comida de Uruguay, y les encanta. Y a día de hoy, cuando veo a mis padres o entro a una casa uruguaya, doy un beso en la mejilla.

    Eso es algo que hacemos en Uruguay, y a veces la gente pierde cosas como esa. Pero yo no. Quiero seguir haciéndolo.

    En alianza con
    civicScienceLogo
    US