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    Rubén Omar Romano, ¿es el técnico ideal para el América?

    El técnico argentino vuelve al América donde ya estuvo en dos oportunidades, tanto de jugador como de técnico, pero en él el americanismo no permeó.

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    Por:
    Omar Carrillo.

    Rubén Omar Romano

    Imagen Mexsport
    Rubén Omar Romano

    América es un devora-técnicos. Un ente complicado de encontrar y más difícil de dominar. Que exige al límite y al mismo nivel un juego desplegado, y vistoso que ganador. En sus filas no sirve el fútbol-espectaculo sin títulos o viceversa, el arma tiene doble filo y está dispuesta a cortar en cualquier momento.

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    En los últimos seis años ha tenido ocho entrenadores -ya contando a Romano- y eso que dos de ellos, Miguel Herrera y Antonio Mohamed, salieron campeones en la institución. El resto salió respingando y sin resultados ni trofeos.

    Rubén Omar Romano es un hombre de fútbol. Argentino avecindado en México desde hace 30 años, llegó al país a inicios de la década de los 80 precisamente a las filas del América proveniente del Huracán de su país.

    Su paso fue efímero en el nido (apenas estuvo una campaña la 80-81).

    Luego pasó por equipos tan dispares como León, Necaxa, Puebla, Necaxa, Atlante, Querétaro, Cruz Azul y Veracruz.

    Fue un excelente futbolista ofensivo. Jugaba de enganche y era dueño de una poderosa pierna derecha. Se especializaba en tiros de media distancia fueran de castigo o en juego. Tuvo breves incursiones en el fútbol de Estados Unidos y de Argentina, pero jugó prácticamente 15 años en México. El detalle negativo de tan larga carrera es que nunca pudo ser campeón.

    Al retirarse como futbolista se unió a la escuela de Ricardo Antonio La Volpe, una academia llena de fútbol vistoso, ofensivo y con infinidad de variantes.

    Ha dirigido al menos 10 equipos en Primera División entre ellos Pachuca, América y Cruz Azul, pero sus mejores momentos han sido con cuadros sin muchos reflectores.

    Llegó a un par de finales con Morelia y a un par más con Santos, sin embargo las cuatro las perdió casualmente contra los mismos rivales, Toluca y Monterrey.

    En el 2006 vivió el momento más difícil de su vida. Luego de un entrenamiento con La Máquina, un comando armado le privó de la libertad y lo mantuvo secuestrado 65 días.

    Su fútbol como técnico tiene cierto paralelismo con su carrera como jugador. Es vistoso, desplegado y agrada a la tribuna, pero carece de títulos.

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    Incluso hay una visión más o menos generalizada en el ámbito futbolístico mexicano de que el balompié le ha quedado a deber algún trofeo.

    Su primera incursión como tecnico en el América fue en el 2008 y el resultado fue terrible. Dirigió 10 partidos, perdió nueve y empató uno. Él mismo se hizo a un lado y renunció en aquella oportunidad.

    Sus dos últimas aventuras en el banquillo tampoco han acabado bien ni con Puebla ni con Tijuana, en ambos dirigió apenas un puñado de partidos con paupérrimos resultados.

    América le ha sacado hoy del ostracismo y con un golpe inesperado le ha regresado a los grandes escenarios.

    Su currículo cumple solo uno de los dos puntos fundamentales del americanismo, por si fuera poco en sus dos anteriores participaciones precisamente el americanismo -ese sentimiento de pertenencia tan propio del club y sus seguidores- no permeó en él.

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