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    El llanto de niño de Rubén Omar Romano, aquella tarde en Toluca

    Hay historias que simplemente son increíbles desde el momento en que se desarrollan.

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    Por:
    TUDN


    Imagen Mexsport

    Cuando Diego Novaretti metió el penal de la cuarta ronda del Toluca, en la Final del torneo Bicentenario 2010, contó con una dosis muy alta de suerte, pues el balón le pasó entre el costado y el brazo a Oswaldo Sánchez, pegó en el poste y finalmente rebasó la línea. Era el 2-3 parcial, la falla le habría dado el título a Santos en automático. A los de la Comarca les bastaba meter un gol o que el rival fallara otro en las últimas dos ejecuciones por bando.

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    Pero Novaretti lo metió. El técnico de Santos sólo apretó los dientes y dio una vuelta, así de cerca se sentía de su primer título, tan esquivo que aquella tarde el destino le mostró que tal vez nunca le toque.

    Acto seguido, Matías Vuoso pegó un derechazo infame que abrió del arco. Martín Romagnoli anotó por los Diablos. Y Carlos Adrián Morales hizo un “Vuoso”, pero de zurda, una calca del disparo de Matías, sólo que para el otro lado. El entrenador de Santos juntó sus palmas y ocultó su nariz en ellas. Muerte súbita: ninguna vez, como esa, quedó tan ad hoc ese concepto como analogía.

    Edgar Dueñas marcó y puso por primera vez al Toluca al frente. Hasta la sexta ronda. Y Fernando Arce llegó ya derrotado al manchón penal y mandó un balón que fue tapado por Talavera.

    Toluca hizo un milagro que, siendo sinceros, no habría sido sin la complicidad de Santos. El entrenador de los Laguneros, Rubén Omar Romano, lloró como un niño, según describió César Martínez, reportero en cancha de la transmisión de Televisa Deportes, y se dirigió al vestidor con la cabeza baja, el paso irregular y el rostro húmedo.


    Las lágrimas de Rubén tal vez no habrían tenido tanto significado si no sabemos su historia: el hombre que ya había perdido otras dos Finales, que después de ellas sufrió un secuestro saliendo de entrenar en La Noria. La vida y su carrera le ofrecían poder decir que todo había valido la pena, pero las inexplicables fallas de tres de sus hombres de más experiencia se lo impidieron.

    Meses después, Santos, con Romano en el banquillo, perdió otra Final, aquella ante Monterrey. Perdió dos seguidas con Morelia, y dos seguidas con los Guerreros. Eso lo convertía en el estratega que más veces había perdido duelos por el título, una triste estadística que no habría conocido si Vuoso o Morales le habrían pegado bien al balón.

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    Una cosa le podemos reconocer: hay que tener valentía para seguir y querer volver a intentarlo.


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