Corría el minuto 73 del partido en la Arena Zenit de San Petersburgo. Rusia, que no ha dado color futbolísticamente en su camino preparatorio rumbo a su Mundial, enfrentaba a la selección de Francia. Mientras el Respect engalanaba los carteles, la multitud comenzaba con la gran preocupación que invade a la justa veraniega: el racismo. La pelota llegó a los pies de Paul Pogba cuando en algunos sectores del estadio comenzaron a escucharse gritos que simulaban a un mono.
Del Respect a elegir a Rusia como sede del Mundial
Las contradicciones de la FIFA se evidencian en esta Copa del Mundo. Pese a las campañas en favor de la tolerancia, el organismo le dio la sede a un país que se destaca por su discriminación.


La FIFA ha luchado durante muchas décadas en contra del racismo y la discriminación en el fútbol, englobando esa pelea bajo el hashtag #SayNoToRacism. La UEFA también ha dado batalla, con similares campañas y ese 'Respect' presente en todos lados. En los años recientes han realizado una embestida severa para castigar todo lo que haga emerger cualquier clase de segregación. Lamentablemente para esta causa, el problema está lejos de solucionarsesino e incluso va en aumento.
La elección de Rusia como sede del Mundial de 2018 se dio ocho años antes, a unos meses de disputarse la justa en Sudáfrica. Los rusos acabaron imponiéndose a las candidaturas conjuntas de España-Portugal, Bélgica-Holanda y, la gran favorita, Inglaterra.
“Vamos a nuevas tierras. Oriente Medio y Europa del Este estaban esperando esto. Soy un presidente feliz, muchas gracias a todos”, señaló Joseph Blatter, expresidente de la FIFA al momento de confirmar a Rusia y Qatar como las sedes de 2018 y 2022. Años más tarde, los hechos de corrupción derrumbaron al directivo suizo y empañaron la claridad de dichas asignaciones.
El Zenit de San Petersburgo, club que juega en el inmueble donde se dieron gritos racistas contra Paul Pogba, es conocido y reconocido mundialmente por ser un escenario de constantes ataques contra futbolistas de color. No es una novedad para nadie que ciertos jugadores franceses fueran el blanco del ataque de los hinchas locales.
Por detalles así, por nombrar el más reciente, es que la elección de Rusia como sede de la Copa del Mundo ha sido sumamente criticada por el mundo del fútbol. Un país que desde sus gobernantes se ha dedicado constantemente a segregar y a discriminar, incluso a impulsar en cierto sentido la violencia, no tiene la facultad suficiente de impedir que su gente se comporte adecuadamente en un evento donde asistirán millones de personas de todos los continentes.

"¡Terminen con esto! En muchos casos se superan los límites. Hay reglas de comportamiento, no únicamente en el estadio, también en la vida. Disponemos ya de medios para sancionar el racismo, pero o bien son demasiado débiles o bien los aficionados no los entienden", declaró de manera sorprendente el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Igor Lebedev, quien también es miembro del Partido Nacionalista LDPR.
Pero esto no es novedad. La FIFA lo sabía. Rusia y su filosofía extremista no comulgaban con las campañas en contra del racismo. Ese #SayNoToRacism o el Respect que se ven en cada partido de selecciones son una contradicción que el máximo organismo del fútbol generó al momento en que eligió a Rusia para el Mundial 2018.
Luego de la designación de la sede en 2010, Vladimir Putin prometió que la Copa del 2018 sería una de las más grandes en la historia, construyendo un Mundial fantástico y con las más altas normativas de calidad. Lamentablemente, en las palabras del mandatario ruso no hubo una condena severa contra el racismo.

Era obvio que la lucha se enfocaba en que en estos años se disminuyeran los gritos racistas, la discriminación y la violencia. Pero a poco de que ruede la pelota en la Copa del Mundo, el temor de ver episodios como el que vivió Paul Pogba están latentes.
El 19 de junio Rusia recibirá a Egipto, un país africano, en la Arena Zenit de San Petersburgo. Mientras los 22 jugadores salgan al campo, delante de ellos se podrá ver la bandera de la FIFA y seguramente habrá un discurso contra el racismo y la discriminación. Hasta ese momento, todo será luz y alegría. Veamos y esperemos que al minuto 73, y también al 90, todo siga igual. Si no, la condena contra los rusos se mantendrá, pero no solo contra la afición local, sino contra la propia FIFA que, tras ocho años, no consiguió erradicar el real y criticado problema que definió la elección de dicha sede.





















