“Un Santo se quema en el infierno”, rezaba un cartel que posaba sobre un encendido aficionado, con el rostro de un guardián del Averno y recordando qué hay un lugar especial en el Inframundo para todos aquellos que desafían al Deportivo Toluca, más en una Final de la Liga MX.La afición escarlata prendió el fuego desde muy temprano, unas llamas que ni siquiera el granizo sobre la capital mexiquense iba a apagar. La nieve se derretiría desde el celestial origen, incluso desde cuatro horas antes de que iniciara el encuentro con las puertas cerradas en el Nemesio Diez y las interminables filas para entrar a la sede de la Gran Final.A medida que la afición poblaba la gradas, los elementos de la Secretaría de Marina abandonaban por primera vez una cancha que vería un espectacular protocolo, digno de la ocasión. La copa llegó temprano y puso el acento antes de que los equipos llegaran.Y como si fuera un ritual sagrado de misa de Navidad o de Sábado de Gloria, la multitud alrededor de la Avenida Constituyentes para hacer la caravana y alentar a sus Diablos por última vez en el Clausura 2018. El colosal estacionamiento del Nemesio Diez se tornaron en gradas improvisadas mientras que el camión más querido del Estado de México hacia su entrada al recinto, con una cascada de pirotecnia escarlata cuando el autobús cruzaba el umbral del estadio, sobre la calle Felipe VIllanueva. Cristante fue el único en saludar al bajar del camión. Leonel López, Rubens Sambueza y Pablo Barrientos mostraban su concentración de distintas maneras: unos absortos con los ya conocidos y “futboleros” audífonos voluminosos, otros sin perder o compostura ni el ángulo de la vista, mientras que metros atrás, los Guerreros llegaban con la misma concurrencia, de aficionados, pero sin glamour, sin pirotecnia, sin aplausos. Néstor Araujo fue el último en bajar, así como sería el último en ser tomado en cuenta por Robert Dante Siboldi.“Cuando salgan los equipos, griten lo más fuerte posible”, imploraba el sonido local, instantes antes de que el himno de la Liga MX anunciara la llegada de los 22 protagonistas y el mismísimo Diablo, con cuernos y ojos blancos, aparecía en la tribuna poniente.“Vamos por la 11” rezaba el gigantesco demonio, acompañado de fuegos artificiales y cortinas de humo que podrían sonrojar a los utilizados en las fiestas patrias.Pero todo el calor no lo apagó el clima toluqueño, sino Julio Furch quien lograba la primera anotación de la Final de vuelta, y para colmo... Barrientos.Pablo salía lastimado, y lejos de lamentarlo, la afición parecía encontrar alivio: “no regreses nunca” gritó un aficionado que gastó la última gota de voz que le quedaba para maldecir a Cristante por optar por Alexis Canelo en lugar de Ángel Reyna para entrar al campo.El “Si se puede” erosinaba el “Queremos otra copa como arenga oficial al principio del compromiso”. Minuto 70: celulares con flash arriba. “Si se puede”, otra vez, ahora en las 4 pantallas gigantes en el Nemesio Diez. Y ahora, contaba con el apoyo máximo del gol de Gabriel Hauche. Delirio, fuego, ahora si, últimos minutos tan sublimes que ni siquiera Dante Alighieri pudo concebir en su Divina Comedia, aunque quizás ahí podía retratar la desilusión de los locales por no poder anotar el tanto del milagro.Banderas uruguayas, argentinas. El conjunto lagunero puso ya la fiesta mientras levantaba un trofeo que sabía a revancha en un infierno que ahora parecía tierra santa. Una celebración que se extendió hasta la ya despobladas gradas del Nemesio Diez y una última oleada de pirotecnia y Freddie Mercury poniendo su voz como cada vez qué hay un cetro en disputa. Familias mexicanas, sudamericanas y africanas por parte de un orgulloso Djaniny Tavares que cargaba a su hija en la cancha mientras que los albiverdes en las tribunas se daban tiempo para festejar y evitar a los escarlatas, quienes todavía tuvieron ganas de reconocer a José Saturnino Cardozo quien salía del palco de transmisión de Televisa Deportes y que era idolatrado por los mismos goles que le faltaron a los mexiquenses en esta Final.Ya no hubo llamas, incluso el fuego se disipó. Más de una hora después de acabado el partido, el manto albiverde cubrió el infierno en la tercera Final entre ambos. Gracias por nada, Dante. Santos