La emoción me invade una vez más por la oportunidad de ir a mi cuarta final de conferencia de manera consecutiva y a mi décimo tercer Super Bowl.Ir a conocer Kansas City ya hace especial el viaje. Al menos iré a otro escenario que no sea el estadio de los Patriotas, a otra ciudad que no sea Foxboro, aunque una vez más los Pats estarán ahí.Sé de la pasión de los aficionados por su equipo, como en cada ciudad de los Estados Unidos, pero en Kansas City llevan casi cinco décadas esperando ver a los Chiefs en el Super Bowl. Me imagino que el ambiente será espectacular.Salimos de la Ciudad de México a las 9 de la mañana rumbo a Cancún. Cinco horas de espera antes de abordar el avión con destino a Kansas City.En esta ocasión viajo con Luis Fernández (realizador) y el ingeniero Sergio Bonifaz.Unas fajitas de carne, pollo y camarones, junto con una cerveza, alimentaron mi cuerpo y espíritu.En la sala de espera se veían una enorme cantidad de jerseys, gorras, playeras y demás artículos de los Jefes entre los viajeros. Mi emoción se acrecentó.Despegamos de Cancún cerca de las 5 de la tarde. Afortunadamente me tocó ventanilla y pude apreciar desde el aire la hermosa geografía de este paraíso del Caribe mexicano.Tres horas y media después aterrizamos en Kansas City, en el aeropuerto más pequeño que me ha tocado en los Estados Unidos (bueno, hasta el de Campeche, en que estuve hace poco, es más grande). Al salir del avión por el gusano de inmediato nos topamos con la fila para pasar migración. Al estar formado me di cuenta que no éramos más de 10 mexicanos los que viajamos a Kansas City y eso me dio gusto, todos eran gringos que habían ido a vacacionar a Cancún, y eso siempre será importante, que vayan y contribuyan a la economía de nuestro país.Aquí también fue lo más rápido y menos problemático que me ha tocado vivir para entrar a este país, porque uno mismo registra su entrada a través de unos módulos automáticos en los que escaneas tu pasaporte y aparecen todos tus datos. Tienes que ir pasando las pantallas, tú mismo te tomas la fotografía, señalas el motivo de tu viaje y te tomas las huellas digitales. ¡Tú haces todo! Al terminar de inmediato está la única banda para recoger equipaje. Con tus maletas pasas al puesto migratorio donde un oficial se encarga de sellar tu pasaporte y listo, fácil y rápido, ¡sin preguntas ni malas caras! De verdad me quedé sorprendido.Al salir nos percatamos que hacía mucho frío. El termómetro marcaba 11 grados bajo cero, pero según la aplicación del teléfono, la sensación térmica era de menos 17 grados, así que ya se imaginarán. Caminamos unos cien metros hacia el punto donde pasa el autobús que te lleva al lugar de la renta de autos. En ese tramo, sin guantes, el dolor en las manos es muy intenso (pueden experimentar metiendo la mano al congelador durante un minuto y sentirán algo similar).La renta del auto también fue “anormal”, porque al finalizar el trámite de registro, la chica que nos atendió me dijo: “toma cualquier auto de la zona 3”. Bueno, pues así lo hicimos. Salimos, llegamos a la zona 3, vimos los autos compactos y escogimos el que tuviera cajuela más amplia. Nunca me había tocado que me dijeran “escógelo tú”, ¡normalmente te lo asignan!Ya con la calefacción nos dirigimos al hotel y de ahí a buscar algo de comer. Nos encontramos con un supermercado abierto y fue la cosa más buena onda ya que tenían cualquier cantidad de productos mexicanos, como jamaica y tamarindo e incluso productos de algunas marcas mexicanas reconocidas. Hicimos nuestra “despensa” y nos dirigimos al hotel a descansar, y no es para menos, esta aventura apenas comienza.